UN HORIZONTE SOMBRÍO.

 

 

La cancelación de los muros de Zoe Valdés, y la condena a un mes de silencio del mío -salvando la distancia existente entre una profesional del periodismo y un simple opinador- no representarían más allá que unas simples anécdotas pestilentes en un estado de derecho, si pudiésemos analizarlas fuera del actual contexto político.

 

Pero nada puede existir fuera de su contexto, y, en el que nos encontramos, ambos atentados a la libertad de expresión, además de todo un conjunto de hechos recientes, cobran el siniestro carácter de síntomas de la peor enfermedad que puede padecer una sociedad democrática, como es la del propósito de aniquilarla por parte de un segmento de la misma.

 

En un panorama global como el actual, en el que las instituciones y los partidos políticos están bajo sospecha y afectados por un nivel de desconfianza inédito en tiempos de paz en casi todos los países civilizados, ese terreno político deslizante es, por definición, el hábitat ideal de los populismos.

 

En España, ese contexto de crisis general adquiere unas características propias. En él, nuestra versión del mencionado populismo, falto de los clásicos argumentos electorales socio-económicos, está tratando con éxito de desenterrar -literalmente- el odio fratricida, con el patético fin de culminar una revancha aplazada durante ochenta años.

 

Este hecho, iniciado con el gobierno socialista de Zapatero, ha ido recorriendo un itinerario errático pero incesante, aprovechando cualquier acontecimiento sobrevenido.

 

La manipulación de la tragedia de Atocha, que le sirvió de rampa de lanzamiento como uno de los episodios más inmundos de oportunismo que recuerda nuestra historia reciente, ya dio en su día la escala de la falta de escrúpulos de quienes son sus protagonistas.

 

La falta por su parte de los mencionados recursos electorales legítimos y la consecuente necesidad de acudir en busca de ellos en cualquier miserable caverna política, como las del filo-terrorismo, los sempiternos renegados nacionalistas o, más recientemente, la versión carpetovetónica de un rancio peronismo, podrían sugerirnos una debilidad estructural que nos inclinaría a menospreciarlos, y, en cierto modo, así ha sido.

 

Pero una serie de circunstancias favorables, entre las que no conviene obviar la práctica desaparición de una oferta moderada en el centro político, han sido aprovechadas por ellos con resultados positivos para su propósito.

 

Saltando de una ocasión propicia a otra y con la temeridad de quien nada tiene que perder, han ido subiendo las apuestas y dejando por el camino los restos de su menguado camuflaje democrático, y en estos momentos han iniciado lo que a mí me parece el asalto final a los últimos baluartes de una recinto moral desfalleciente.

 

Esos restos del espacio de deliberación y consenso ianugurado en la Transición, que había garantizado cuarenta años de una concordia excepcional en nuestra áspera historia, están representados hoy en día por los únicos islotes institucionales que siguen de momento en pié : la Constitución, el Rey, la Judicatura y las Fuerzas Armadas.

 

La Constitución ha resistido de momento, aunque con heridas de consideración, la embestida nacionalista; y las Fuerzas Armadas guardan el discreto papel que tienen asignado en cuestiones políticas, gracias a una potencialidad fáctica decisiva que, de momento, parece contener cualquier intento de asalto por parte de los agresores.

 

La Judicatura está sometida al aumento creciente de tensiones internas, que un poder ejecutivo demasiado vinculado a ella no cesa de estimular desde su interior y los medios de comunicación.

 

El Rey es, sin duda alguna, el objetivo que los saltantes tienen centrado en este momento en su colimador. Ese objetivo es prioritario para ellos dado su carácter equilibrante en el delicado andamio constitucional.

 

De su permanencia depende la propia existencia del sistema; y su derribo desencadenaría un desmoronamiento en cadena del resto de las demás instituciones.

 

Valorar el actual ataque al Rey como una mera escaramuza más, dentro de la trifulca política, es un error que podría contribuir a esa catástrofe.

 

He estado leyendo las reacciones que esta embestida está provocando entre los usuarios de las redes sociales, y me ha dejado realmente alarmado la facilidad con la que los agresores han conseguido desviar el verdadero problema hacia la vía de enfrentamiento que les es indispensable para sus fines.

 

Su estrategia consiste en polarizar la opinión hacia dos bandos irreconciliables, enredados un falso debate.  Y así, quienes defienden la Constitución en la figura del Jefe del Estado, han caído en la trampa de auto-denominarse monárquicos, frente a los republicanos, asumiendo de esta forma la querella planteada en el siglo XVIII entre la monarquía absoluta y su alternativa democrática, representada entonces por el régimen republicano.

 

Cuando, en realidad, el auténtico conflicto planteado es entre demócratas y totalitarios.

 

En un momento como el actual, en el que es absolutamente indispensable tomar una posición activa en defensa de la democracia, aceptar ese reparto de papeles, es simplemente un suicidio.

 

La prensa, cautiva en su mayor parte de la doxa dominante, nos da pruebas día a día de la intensidad creciente que va adquiriendo esta pugna. El último ejemplo de este deprimente escenario nos lo ha proporcionado el artículo publicado ayer por Diario 16, que podéis leer en este link.

 

  https://diario16.com/la-traicion-de-felipe-vi-al-pueblo-y-la-democracia-debe-tener-respuesta-en-forma-de-referendum/?fbclid=IwAR1pM32VaLlLXcctclVPmf0DqzSQYpaNRIYJfAHsXEXmR-wmzsmE44fJz1w

 

Afortunadamente, aunque escasos, quedan algunos testimonios que confortan el sentimiento de soledad inquieta desde el que algunos contemplamos el sombrío horizonte que parece anunciarse. Es el caso de la columna de Arcadi Espada titulada BIENVENIDO.



Comentarios

  1. Un análisis al que no se le puede poner un “pero”. Estamos viviendo momentos muy peligrosos.

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  2. Huyyy, D/Dª Imperfesto... no me ponga vd. las letras en blanco sobre negro, que los enlaces (todos: azul sobre negro) se ven como una patada en los ojos... Por todo lo demás, agradecida y expectante. Gracias por aclararnos

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